Allá en la montaña, cerca de un repetidor antena de movil, encontramos un pequeño dispensario, muy humilde, muy pobre. Pero muy limpio y digno. El medico, jefe, director y coordinador está sentado bajo un árbol cuando nos acercamos en el 4x4. Tiene pinta de agotado. Ayer tuvo que atender un parto de más de 22 horas. Él solo. Por 150$ al mes que llegan desde alguna parte de Europa, creo que de Italia. La farmacia da pena, el paritorio llama la atención por la sencillez. Apenas unas peras de succión para aspirar las mucosidades de los recién nacidos, una tabla ginecológica y una balanza para pesar a los que llegan al nuevo mundo. Pero al entrar al quirófano no puedo creer lo que afirma que hacen allí. Hernias, extirpación de miomas... Todo lo que puede hacer con ketamina, incluyendo cesáreas.
Pocos medios, pero muy digno y limpio. Sin medios, pero volcado en su gente. Y ¿saben?, comenzó como matrón con una monja que le enseñó el oficio.
De vuelta a la pediatría todo sigue "malembe", es decir, lento, muy lento. Malembe, malembe. Pero el proyecto del agua, que todos afirman indispensable, incluso los mundeles (blancos) que nos visitan, sigue pa'lante. Lucha con el que vende los cubos, lucha para encontrar el cloro, lucha para conseguir jabón a buen precio, lucha para construir la estructura de soporte, lucha con el responsable del proyecto para que robe lo menos posible, lucha continua. Todos los días planeamos el cronograma, cronograma que habrá que volver a cambiar al caer la noche, sabiendo que al día siguiente habrá que cambiarlo otra vez más. Su concepción del tiempo no se ajusta jamás a nuestro cronograma.
Da gusto ver niños que hace unos años vivían en la pediatría y que hoy van a la universidad. Se han hecho mayores y están luchando por hacerse un hueco como personas respetadas dentro de su comunidad. El padre les paga los estudios y ellos le llaman para contar qué tal van. Y cada cierto tiempo vienen a la pediatría a visitarlo. Sus chicos se han hecho mayores.
Hablaba antes de lucha, pero estos chicos son los que de verdad tienen que luchar en su vida. Luchar para poder estudiar, igual que el doctor de Kimwenza tiene que luchar para salvar vidas a diario. Para mi son las historias de los héroes del siglo XXI, y estoy feliz de haberlos conocido y poderos contar sus historias. Me siento un privilegiado, y aunque nunca leerán estas líneas, levanto mi vaso de Primus y brindo por ellos. Les animo a que ustedes hagan los mismo. Brinden por todos los cada día se levantan para luchar contra lo imposible. Gracias por encender la luz del camino, por poner amor en el caos. Gracias por dejarme conocer sus biografías. Brindo por ello. Salud.
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