Lo bueno de las sonrisas es que son
como una inyección de endorfinas, esa droga que nosotros mismos
generamos y que muchos relacionan con el placer o la felicidad. Las
sonrisas de los niños son una sobredosis de mórficos endógenos,
una droga que de verdad me gusta. Da igual de donde vengan, si de
Casa Patrick o de Boboto. Todos los niños tienen ese halo de
inocencia que te hace volar hacia dentro, hacia lo sencillo. Cuando
están malitos esa linea labial desaparece, sin embargo, cuando el
tratamiento empieza a hacer efecto, súbitamente aparece, y si no
estás mirando, te la puedes perder.
Dice el pediatra italiano que está por
aquí que le sorprende la capacidad de recuperación de los niños de
la pediatría (externos e internos). Ya os comenté que las ganas por
vivir el cuerpo humano es grandísima. El cuerpo, internamente, no
quiere parar el motor. Y debemos hacer lo posible para que eso no
pase. Para que se cumpla el deseo interno que nos mueve para no
deternernos.
La malaria es dura. Pero en España
acabamos con ella, ¿qué hace falta para que eso ocurra aquí?. Un
maldito mosquito (y esta vez femenino) que inocula al parásito en
nuestro torrente sanguíneo para alojarlo en el hígado. Allí espera
su momento adecuado y aprovecha el tiempo para reproducirse. Cuando
ya hay muchos parásitos listos éstos vuelven a la circulación.
Allí se aprovecha de nuestros glóbulos rojos y los destruye. Esa es
la malaria. Un parásito que a la postre acaba eliminando los
glóbulos rojos. Eso provoca en los niños congoleses (y no tan
niños) una anemia severa que necesita de un tratamiento rápido
(anemia quiere decir que se están muriendo aquellos personajes de
dibujos animados que cargaban con bolitas blancas de oxígeno por las
tuberías del cuerpo en La vida es así. Y
si éstos mueren, no llega oxígeno a las células del cuerpo. Su
principal combustible). Es la patología más frecuente, a la
que todos los médicos ponen tratamiento preventivo, aunque no haya
evidencia de que se esté padeciendo.
Os podría contar muchísimas cosas que
ocurren a diario en la pediatría, pero las más de ellas son un poco
tristes. Y sacadas fuera de contexto, es decir, sin verlo con los
propios ojos, se me hace difícil que se pueda comprender. Estoy
aquí, y la mayoría de las veces (o casi todas) yo no lo comprendo,
con lo que me veo incapaz de transmitirlo.
Hoy ha sido gracioso. En la pediatría
tenemos un tanque de gasolina para los vehículos (así ahorramos y
no hay que ir hasta las gasolineras y esperar las largas colas). Pues
bien, el camión cisterna que venía a repostar circulaba sin frenos.
La entrada a Kimbondo es una gran cuesta (Monte Verde, ¿os
acordais?), así que el vehículo de no sé cuantas toneladas ha
frenado con el portón de la entrada (arrancándolo de cuajo) y con
la tierra que hay en el camino. ¿lo mejor? El co-director congolés
nos dice que no podemos pedirle responsabilidades a la compañía
petrolífera porque nos hacen muy buen precio y encima nos traen el
carburante hasta nuestra parcela.
Toda Mont Ngafula son caminos de arena
de playa. La erosión de las lluvias torrenciales, que duran
prácticamente 6 meses, tienen este curioso efecto. Todo el día
caminamos sobre fina arena de playa. Igual de cansado, por cierto.
Cuando llueve, esa arena se convierte en el mejor barro en el que
puedes dejar atascado cualquier coche, hasta los 4x4. He descubierto
que usan la misma palabra para el barro y para la papilla que dan a
los niños pequeños, todos es poto-poto. Hoy Cathy, que
volvió a la intensiva por problemas con la alimentación hace día y
medio, ha dado buena cuenta del poto-poto, y creo que está
vez es la buena. La dejaremos varios días en vigilancia para
conseguir que aumente considerablemente el peso y pueda volver con
sus compis. Hoy la he visto sonreír por primera vez. Y por primera
vez la observo mientras ella mira el mundo que le rodea con
curiosidad.
Es divertido ver a los niños cómo
juegan con la arena. Hoy me han enseñado a manejar el aro y el palo.
Un completo inútil, pero estoy haciendo algún progreso. Nunca tuve
consola en casa, pero tampoco tuve aro con palo, y ahora me toca
aprender. Y mientras, al ver al blanco completamente torpe con el
juguete de los más pequeños, niños y mayores se desternillan. Y yo
quiero más droga de esa que me dan los niños.
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