martes, 9 de julio de 2013

La llegada del Chik

Lo bueno de los amigos del Padre Hugo en Kinshasa es que cuando se acuerdan de él es para traerle comida. Y eso redunda en todo el convento (como nos llama). Todos hemos disfrutado de la carne argentina que nos trajeron el sábado y hemos dado buena cuenta de la cerveza que la acompañaba. El resto de los días nuestra dieta es básicamente de hidratos de carbono. Pan, pasta, arroz,... A veces carne, y a veces verduras. Las frutas (que no sean plátanos) son una exquisitez. Pero no falta comida en el convento, y Hugo se encarga de que así sea.
(Parrillada argentina)

La situación de Cathy mejora por momentos, las actividades al aire libre con sus compañeros la estimulan y podemos ver como sigue con apetito y da buena cuenta del poto poto. De las curas no puedo decir lo mismo. Van muy lentas, extremadamente lentas. No sé si es por vergüenza, Victor (el co-director congolés) dice que no sabe muy bien por que es, por leyendas, supersticiones... pero cuando aparecen las heridas a nuestros ojos, realmente están avanzadas. Eso provoca que la cicatrización sea, como no, más complicada. Hoy hemos descubierto a un chaval, ya mayor, con otra herida vascular bastante impresionante, infectada... Un auténtico reto para todos como enfermeros. Esperemos ser capaces de reconducirla. Le hemos recordado la necesidad de que coma suficiente proteína, lo que no sabemos es si nos hará mucho caso. Hace poco, afortunadamente, un gran amigo me envió un recordatorio del tratamiento de úlceras. Que gran ayuda... ya me tienen por las noches repasando el temario.

(Tratamiento ambulatorio malaria)

Está apareciendo el chik, una larva de la mosca del mango, según me dicen, que produce bastante dolor. Esta larva que cae del árbol y se queda en la tierra hasta encontrar el pie o la parte de piel que tenga descubierto el niño y allí crece. Por lo que me cuentan aquí, se alimenta de la sangre de la dermis necrosando la zona afecta. Por eso, si pasa mucho tiempo, acaba desapareciendo el dolor, pero deja un rastro de piel muerta que puede llegar a ser muy grande. Para evitar todo este proceso los extraen con palos finos y afilados, y lo hacen así de toda la vida, pero de toda la vida también las infecciones por usar esta técnica son incalculables. Se hacen auténticos agujeros llenos de tierra y microbios, que os podéis imaginar que no acaban muy bien. Hemos encontrado una posible terapia alternativa, que si funciona, o lo haremos saber. Pero se aceptan comentarios y sugerencias.


Un dato curioso. Cuando exploraba a los niños me di cuenta de que los más pequeños llevaban anudado a la cintura un pequeño cordel (bastante guarro). Después comprobé que las niñas también lo portaban. Indagando un poco, y gracias a mi pésimo francés, creo que sirve para comprobar si el pequeño va cogiendo peso. Es una forma rústica de verificar que los niños y las niñas van creciendo como deben. Cultura ancestral, para mí, eficaz cien por cien.

(Trabajando con Juan Bautista en Casa Patrick)

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