jueves, 20 de junio de 2013

Pocos mucho, muchos nada

Lo bueno de los niños es que te devuelven una sonrisa que es capaz de devolverte la fuerzas si las has perdido. Tan inocentes y con tanta fuerza. Hace unos días os hablaba de la neumonía de un pequeño, rápidamente está cogiendo fuerzas. Pero ingresó Sonya, una niña de un mes con la malnutrución más severa que yo haya visto (aunque tampoco es que pueda presumir de una experiencia grande). Pues deberéis saber que lleva en tratamiento un día y medio y está mejorando. No sólo porque hayamos conseguido que se siga el protocolo, si no porque hemos conseguido que la madre se involucre. Al ver a la niña en la cuna, con la sonda puesta, le daba miedo (pienso yo...). Tranquilamente le explicamos que cogerla en brazos es fundamental, el amor todo lo cura. También le explicamos la rutina de alimentación que tenía que seguir (ver) y lo está cumpliendo. Se sorprendió de que un mundele (un blanco, un dólar con patas, que creo que decía Kapuscinski) se acercara hasta la sala de cuidados intensivos en medio de la noche (las 22:30) para asegurarse de que el bebé comía. Creo que eso animó a la mamá a luchar y a cuidar intensamente de su pequeño (quizás el octavo que tiene) y hoy habían desaparecido la hipotermia y el letargo. En los manuales se dice una cosa curiosa sobre felicitar a la madre y al personal enfermero cuando hacen las cosas bien. Creo que es de los puntos más importantes. No podemos comportarnos como máquinas que hacen su trabajo y punto. Aquí hay que explicar muy detalladamente hasta la última cosa que hay que hacer.



Los mitos, las leyendas, los rumores son casi como una cultura paralela que vive en Congo, y creo que en toda África. Y además, en todo lo relacionado con las enfermedades, la cosa se agrava. Mitología sobre los niños que no comen (o que no se agarran bien a la teta...), sobre el Sida y las formas de curación, sobre los discapacitados (relacionando éstos con castigos divinos)... y un sin fin de cosas curiosas y directamente ligadas al nivel de educación (también en aquellos que estudian cualquier cosa, ya que estoy comprobando que la rumorología es como otro tipo de educación paralela que reciben y que asumen como ciencia... casi todos). O los estereotipos... me decía un amigo que, charlando con algún africano, éste le había confesado que sabía que él era rico... sencillamente porque tú como blanco tienes la opción de viajar a África, pero él nunca podrá salir de aquí. Un niño me confesó que de mayor quería ser médico para tener un chófer. Otro que cuando fuera grande iba a viajar a Europa para volverse blanco y regresar a la pediatría con un montón de regalos para todos los niños... Un padre de un paciente del hospital se dirigió hacia mí como doctor, y le dije que no lo era. Miró mis zapatos y me espetó: “pero si un mundele lleva zapatos de doctor, es porque debe ser doctor”, refiriéndose a mis chanclas del Frank de la Jungla. Y yo, que no soy ni enfermero sólo pude devolverle una sonrisa y escuchar lo que me tenía que decir. He vuelto a conversar con los que llevan aquí 30 años y han conocido la verdadera miseria africana. No tengo palabras para poder imaginar  como debió ser aquella época, lo que puedo constatar es que dentro del caos, las cosas van mejorando lentamente. 

(El director de la fundación Kimbondo hace tiempo)

El libanés que me atendió en una tienda me confesó que en Kinshasa hay mucho dinero, pero mucho. Que hay buen bussines. El problema, como siempre, el reparto de ese dinero y el provecho que unos pocos pueden sacar de él a costa de unos muchos.  

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